Esta semana comenzó con un nuevo habitante en casa: un gallo colorado con cola tornasolada y largos espolones que cada mañana parece que se pone a la ventana para cantar y despertarnos, así que ahora soy madrugadora, aún sin pretenderlo.
No sé aún cuál será la suerte del gallo; parece ser buena persona, aunque se come las croquetas de la gata. Quisiera saber de dónde vino para devolverlo a su casa, pues es un animalito muy sociable. También he pensado regalarlo a un casi vecino que da de comer a sus aves mucho mejor que a él mismo. La otra opción es dejarlo acá, que sea otro miembro de la familia... ¿Cuál será la decisión correcta?
Mis ánimos van para mejor, creo. De estar muy triste, pasé al enojo que, luego de un día cedió paso a la tranquilidad que más o menos ha seguido hasta hoy. Y aunque no he logrado evitar dedicar mucho de mi tiempo a pensar en ese asunto, también he estado haciendo planes a corto plazo para tomar cursos de idiomas y entrar a alguna maestría en este año.
Anoche lo vi y sus ojos me dijeron mucho más de lo que quería saber (¡¡¡casi cedo, casi me derrito, casi naufrago... ayyyy!!!)... Palabras hubo pocas, como siempre... Quiero ser fuerte y estar segura de que mi decisión fue la correcta y que no hay vuelta atrás...
Y parafraseando a Jaime López: Me siento bien, pero me siento mal.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario