Y que conste que me dormí de lo más contenta, que ni ganas tenía de cerrar los ojos porque no necesité hacerlo para soñar, porque la euforia me invadía, porque imagino y creo (de crear y de creer), porque tengo fe en que pronto, muy pronto no habrá distancia infranqueable, porque cada frase se ajusta a las demás, por ese gusto (de contento y de deleite), por todo, todo...
Pero esta mañana desperté abúlica y adolorida, y luego:
El cuerpo que protesta, miradas que se cruzan y reconocen, rostros de antes con indumentarias más estandarizadas, recelos que ni diez años pudieron borrar, las mismas consignas, menos gente, las mismas rutas que siguieron esos pasos, nuevas caras que aún no significan nada, las mismas voces, esos gritos que unifican objetivos, mi rayito de luz jugando a hacer metáforas acerca del autogobierno prematuro... y pésimas fotos que ni las promesas de lluvia vespertina podrían justificar.
¿Es posible hablar de algo tan vivo y lacerante dentro de una? Quisiera estar fuera para ver mejor.
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