Me parece que estos han sido los días más difíciles del año. Todo se vino de golpe: los dos trabajos, el posgrado, la negativa de licencia, los problemas en la escuela, los desvelos, la computadora con sus virus, mi sol de paseo, la soledad, el estar con alguien sin amarlo, el (quizás) amar a alguien sin estar con él, las deudas, la casa sin agua, las fallas con la luz, los amigos y sus problemas, y su poca disposición de escuchar los de alguien más, el poco tiempo...
Hace tiempo, mientras esperaba que me atendieran en el laboratorio, vi un stand en el que hacían una prueba para detectar la Hepatitis C, y por hacer tiempo, decidí aplicar. Me dijeron que el resultado era positivo, pero que debían tomar otra muestra de sangre para hacer un mejor estudio, y que me llamarían en algunas semanas. Pasaron más de dos meses y no recibí la llamada, así que olvidé el tema.
Esta semana llamaron y me dijeron que debía ir a recoger resultados al hospital con una gastroenteróloga. Al otro día fui y la tal doctora no estaba. Por la noche volvieron a llamarme, pidiendo que fuera lo más pronto posible a recoger los resultados. Entonces sí que me asusté, y sin pensarlo, comencé a reconsiderar mi forma de vivir, a planear cómo hacer para no dejar desamparado a mi solecito, cómo hacer para dedicarle el mayor tiempo posible, para mostrarle lo hermoso del mundo, para hacerlo madurar deprisa. Pensé en mi papá y su forma de educarme, y recordé que siendo aún una niñita me dijo con dureza que quería hacerme auto-suficiente porque él podía morir cualquier día por la diabetes. Al fin comprendí su miedo y dolor, y los sentí propios al imaginar que probablemente no vería crecer a mi hijo...
Y mi hijo estos días tan dolorosamente lejos...
Al otro día fui al hospital y parecía que me esperaban en la puerta del consultorio. De inmediato me hicieron entrar. El hombre que estaba dentro me invitó a sentarme y dijo que iría en busca de la doctora para que interpretara los resultados de la prueba. En mi mente pasaban pensamientos como el vender la casa, comprar un seguro de gastos médicos mayores, un departamento cerca de la universidad y la (aún) familia, una cuenta de ahorros para que Leo siga estudiando, cómo comunicar a los demás el diagnóstico, renunciar a un trabajo y viajar mucho...
La doctora llegó, leyó la hoja de resultados, y me dijo que todo estaba bien, que por alguna razón la prueba anterior había dado positivo, pero que en ésta no habían detectado nada anormal, que estaba sana y un "disculpe usted por la preocupación que pudimos generarle". De inmediato me tranquilicé y agradecí la atención.
Y salí corriendo de vuelta al trabajo sin poder externar todas estas emociones...
Lo que es cierto, es que este evento me ha hecho reconsiderar mi forma de vivir, y más en estas horribles semanas en que no tengo más tiempo que para trabajar. No vivo, sólo soy una autómata que produce para que algún desconocido se enriquezca, y mientras, mi Sol, (recién lo hago consciente), la persona más importante en mi existir, está lejos por lo mismo. Y la vida es frágil, en cualquier momento puede apagarse, y hay miles de cosas por hacer, sueños qué realizar, lugares por conocer, colores y formas por mostrarle a mi niñito...
Aún no sé qué haré, pero es seguro que debo modificar mucho. Y vivir con plenitud por el tiempo que me toque hacerlo. Y dar mucha luz.
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