jueves, 24 de marzo de 2011

Recuerdos...

Anoche recordé aquellos tiempos en que semidesnuda subía a la azotea y miraba el cielo, esperando hallar respuestas. Pasaba horas interrogando a la luna, la madre... Y recordé mi primer nuevo nombre tan lleno de significados. Y recordé ése, mi primer viaje sola, recordé el aroma de Taxco, las dulces palabras de Galeano que me acompañaron todo ese fin de semana, la música que por primera vez pude sentir de forma absoluta, los colores, la luz, las texturas, los juegos...

Anoche, semidesnuda, subí a la azotea y miré el cielo buscando repuestas, buscando consuelo, buscando el abrazo de la madre luna que no apareció y volví helada, con los ojos congestionados y colmada de recuerdos de esos primeros meses de 1997.


miércoles, 23 de marzo de 2011

Otro día...

Un finísimo hilo de agua cae de la tubería y espero a que se llene una cubeta. Mi sol come yogurt, yo bebo café y escribo, o al menos eso intento.

Llevo frente al monitor tanto tiempo que podría hablarse de algún tipo de hipnosis. Quiero escribir y no. ¿Para qué hablar de los desconciertos y problemas, si de eso está lleno el mundo, y cada que aparecen esos temas, en el mejor de los casos, la gente se aleja, y si no, agrede, y cuando se espera un abrazo, más bien aparecen recriminaciones?

Suena el teléfono y escupe malas noticias: la madre de Mario rumbo al hospital.

El secreto debe ser cambiar de actitud y retomar esa postura aprendida en casa. Todo está bien, y hay fortaleza de sobra para enfrentar todo desconcierto.

Me visto con colores cálidos, dibujo una sonrisa en la imagen que se refleja en el espejo, evoco esa voz que me alegró la mañana, dejo a Zitarrosa y escucho a Mercedes Sosa, respiro profundo, y me dispongo a salir...

Y estas vacaciones sí iré a la playa.




martes, 15 de marzo de 2011

¿A quién enterraste?

Hace un par de semanas la Catrina vino por el padre de una de mis compañeras de travesuras de la secundaria. Tuvo por nombre Mario y campesino de oficio vivió creo que muchos años pues las canas y arrugas así lo indicaban...

Por alguna extraña razón ese personaje de mi pubertad siempre estuvo presente durante los años que llevo vividos, aún cuando terminando la secundaria me alejé casi por completo de aquí durante unos catorce años.

Recuerdo que hace algunos meses me platicaba con toda jovialidad de cómo en su juventud se iba a los salones de baile y aprendía de pasos y ritmos y de cuánto le gustaba bailar. Y cómo olvidar esa enorme sonrisa mientras me decía que se proponía enseñarme a bailar, mientras bailaba en las fiestas.

La última vez que lo vi, tan sonriente como siempre, estaba montado en una bicicleta y recargado en un árbol hablando con su hermana Efigenia.

Días después corrió la noticia de que lo llevarían al hospital... Y esa misma noche me encontré en su casa, esperando a llevaran su cuerpo para despedirlo.

Duele ver el dolor ajeno, duele no saber qué decir, no tener las palabras para consolar, duele la certeza de que pocas veces damos todo lo que quisiéramos a los demás -como si fueran eternos y tuviéramos tiempo para dar amor a cuentagotas-, duele la muerte, la vida que se lleva y el llanto que deja...

En realidad esta fue mi primera vez en un funeral. Y aunque estuve presente en los funerales de mi abuelita, de mi padre, de otra gente cercana a la familia, nunca antes había experimentado de la mayor parte del ritual, ni había comprendido su significado. Y yo, que pocas veces externo mis emociones, lloré y lloré como si ese hombre fuese tan cercano. Lloré porque recordé esos años en que me definía, esos años en que mi padre fue mi verdugo, esos años en que decidí dejar la casa con tal de no sentirme tan agobiada. Lloré por mi papá, por mi abuela.... por la gente que amo aunque esté tan lejos y a la que he preferido mantener a la distancia ya sea por seguridad o por cobardía. Lloré porque comprendí cuán frágil es nuestra vida y lo rápidamente que nos acercamos a la muerte. Lloré por esa gente mía que conocí en su plenitud y que ahora está tan próxima a la vejez. Y lloré...

Y esa mujer que tan bien me conoce sólo atinó a preguntarme. ¿A quién enterraste?




jueves, 10 de marzo de 2011

Y...

Debo reconocerlo: Desde que Sur no está es que han venido todos estos conflictos.

Durante el tiempo que compartimos siempre soy yo completa.

Me pesa su ausencia.


miércoles, 9 de marzo de 2011

Sueño...

Vago el recuerdo, pero fue el volver a un lugar en el que seguramente hace más de diez años fui feliz, y era por trabajo (¿en qué más pienso ahora si no en eso?), todo indicaba que sería excelente, así que decidí mudarme para allá... y llevé todos los triques significativos. Comencé por instalar la cama, y luego la cocina. Hecho esto decidí recorrer bien el lugar y descubrí que todo seguía igual: la gente era más o menos la misma, o al menos tenían la misma actitud desinteresada ante todo, y no había nada firme: ni techo, ni proyectos; había mucha basura, mucha inseguridad y sentí angustia. Renuncié de inmediato, pero no sabía qué hacer ahora con todo lo que dejé y todo lo que llevé conmigo y que ahora no sabía cómo regresar a su sitio original. Y el mayor símbolo de toda esa decadencia fue un alguien (que mucho marcó en mi hace una década), que apareció en mi sueño, siguiendo mis pasos, hasta en mi cama aún no del todo instalada. Ese alguien me provocó escalofríos, repugnancia, horror y me ayudó a despertar.

¿Alguna señal más clara?


martes, 8 de marzo de 2011

Segunda parte...

Quiero renunciar. Irme de vacaciones: largas... largas vacaciones. Olvidarme de todo lo que hay aquí y de todos. Y al fin tener tiempo de averiguar hacia dónde quiero ir y cómo llegar felizmente hasta allí.

Hay días en que me hace sentir tranquila el tener una vida tan predecible, tan estable... Pero en el fondo creo que esa no soy yo. No sé en qué momento me perdí.

Ayer llevé "música rara" a mis pupilos que sólo escuchan La Zeta y tuve la decepción más grande de estos meses. La mayoría de ellos protestó, bostezó y pidió escuchar mejor al Acapulco Tropical. Y me pregunté ¿qué hago ahí? ¿Sirve de algo lo que intento hacer? Así como se cierran a conocer sonidos distintos, se niegan a mirar, a comprender, a leer, a vivir de una forma distinta a como han vivido sus padres. ¿Qué tanto me niego también a conocer y vivir algo nuevo?

Me siento agobiada.

martes, 1 de marzo de 2011

Lo que hoy quiero...

Quiero enamorarme, quiero sentir esa pasión que quita el aliento y simultáneamente carga al máximo de energía el cuerpo y la mente. Quiero emocionarme al percibir cierto aroma, al mirar cierto gesto, al descubrirme en otros ojos; quiero vibrar toda yo al escuchar el timbre de cierta voz, que la taquicardia venga al sentir sus dedos rozando mi piel...

¿Dónde estará esa cierta persona que podrá provocar tremenda revolución en mi?

¿Dónde...?