No. Ésta vez no sentí celos, ni de manera remota; tampoco fue tristeza. Pero sí apareció un sutil guiño de amargura, luego una dosis mayor de gusto por verle contento y querido. Dolor no hubo: eso pasó cuando fue Perú y no México... Y ya pasó.
Al fin y al cabo, ¿qué más se puede sentir cuando la distancia es el mayor narcótico?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario