sábado, 15 de enero de 2011

Mutaciones...

Pasé casi una semana con un inmenso dolor de mandíbula que por ratos ni me dejó comer y que atribuí al stress. Curiosamente, luego de despertar ayer muy enojada, el dolor cedió y pude averiguar cuánto he reprimido mis sentimientos estos días.

¿No se vale sentir?

Al fin repararon la camioneta y aprovechado los ratos de soledad e introspección al volante, me dio por escuchar los discos de antaño y confirmé que esa música sigue siendo la que más me llena. Y a través de las letras de las canciones me di cuenta de un asunto de fondo. Antes, le daba principal importancia al amor absoluto (ese que es eterno mientras dura), arrebatador, al amor pasional e irreflexivo, al amor sexual y hedonista; en cambio, desde hace algún tiempo la prioridad es estar con alguien con quien pueda compartir mi vida, con confianza, comunicación y mucho respeto y si llega a darse lo otro, ya lo consideraré como bono extra. ¿Será que está ganando mi lado racional? ¿Será que me niego a sentir?

Y al final del día no sé qué es lo que quiero...

Mi constante últimamente es convocar y luego huir. Escribiendo esto comienzo a sentirme triste. Recuerdo aquél inconmensurable, etéreo y sustancioso tiempo con Sur; los azulados anhelos que están tan distantes de materializarse; los tantos sueños y proyectos latentes desde hace mucho tiempo; la otra vida que quisiera generar y que cada vez se muestra más inaccesible; el no saber cómo organizarme para dedicarme a mi sol y tener "vida propia".

Mientras tanto, los días se suceden e intento darle luz a cada momento, nutrir a mi sol y a las decenas de crías postizas, y busco tiempo para soñar...


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