Quienes protestan de la sosegada monotonía de la vida del oficinista, quienes ansían cierta medida de emoción que diversifique la cotidiana rutina, deben probar esta receta mía y llevar el tobogán acuático a las oficinas. Es muy sencillo. Lo único que es necesario hacer es dejar de trabajar durante un momento y preguntarse. ¿Por qué estoy haciendo esto? ¿A santo de qué? ¿Es que he venido al mundo provisto de un alma inmortal, con el sólo propósito de sentarme diariamente ante una mesa de escribir? Haceos, amigos míos, estas preguntas reflexiva y seriamente. Pensad siquiera un instante en su significado, y, puedo garantizarlo, por muy firmemente asentados que os encontréis en vuestra silla, dura o blanda, experimentaréis la sensación inmediata de que caéis al vacío, de que estáis cayendo de cabeza, cada vez más rápidamente en la nada.
Para quienes no pueden prescindir de fórmulas, recomiendo este pequeño cuestionario, el cual debe ser leído durante las horas de oficina, siempre que se haga la jornada.
P. ¿Para qué estoy trabajando aquí?
R. Para que unos agentes de bolsa judíos cambien sus automóviles pequeños por otros grandes, compren los últimos discos de gramófonos con música de baile y se vayan de vacaciones a la playa.
P. ¿Para qué continúo trabajando aquí?
R. Con la esperanza de poder ir algún día de vacaciones a la playa.
P. ¿Qué es el progreso?
R. El progreso está formado por agentes de bolsa, más agentes de bolsa, y todavía más agentes de bolsa.
P. ¿Cuál es la meta de los reformadores sociales?
R. La meta de los reformadores sociales es crear un estado en el cual todo individuo goce de la mayor cantidad posible de libertad y descanso.
P. ¿Qué harían los ciudadanos de ese estado reformado con su libertad y su tiempo para descansar?
R. Muy probablemente lo que hacen los agentes de bolsa, es decir, pasar los fines de semana en la playa, conducir velozmente un automóvil e ir al teatro.
P. ¿Qué condición es precisa para estar contento con la vida que lleva uno?
R. No pensar.
P. ¿Cuál es el cometido de los periódicos, los cines, la radio, las motocicletas y las orquestas de baile?
R. La función de todas esas cosas es evitar que se piense y matar el tiempo. Son los más poderosos instrumentos de la felicidad humana.
P. ¿Cuál era para Buda el más mortal de los pecados?
R. El no darse cuenta de las cosas, la estupidez.
¿Y qué ocurriría si comienzo a darme cuenta de las cosas y a pensar?
R. Tu silla se convertirá en un vagón de montaña rusa; el suelo de la oficina se abrirá graciosamente bajo tus pies, y te encontrarás lanzado al abismo.
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