El día comenzó más temprano de lo normal para nosotros. Fue la mañana de visitas médicas y tramitología lenta, absurda, cansada, senil... Los planes no resultaron como esperé: no llegamos a tiempo de vuelta acá, y mi solecito soñoliento hizo una expresión tan... pero tan... que decidí quedarme con él. Luego, me ganó el cansancio y se hizo muy tarde. Llamé a la escuela con el pretexto de una infección de vías respiratorias y heme acá, sintiéndome culpable, culpable e impotente, culpable y debilucha, culpable y agotada, culpable y con tremendas ganas de llorar...
Todo apunta a que deberé dejar por un tiempo uno de los trabajos porque de plano no tengo tiempo libre y mis ánimos y cuerpo ya lo están resintiendo. ¿Por qué las cosas no sale como una las planea?