Este sábado acompañé a algunos de mis alumnos al museo. Fuimos a la inauguración de una expo de un artista mexicano de la primera mitad del siglo XX, Francisco Díaz de León, y fue una gran experiencia. Descubrí que la mayoría jamás había visitado un museo y me maravilló su manera de asombrarse, de descubrir las imágenes, de sentirse en otro mundo, de ver cómo su apatía se transformó en una curiosidad sin límites: querían absorberlo todo con todos sus sentidos. Luego, visitamos la expo Memorial del 68 y aunque nos faltó tiempo, noté cómo se colmaron de inquietudes... La plática de retroalimentación fue increíble: toditos participaron y aportaron reflexiones bien valiosas. Nada qué ver con su desarrollo en el salón de clases.
Esta salida me nutrió en muchísimos sentidos: mi llamita se encendió al máximo, y me he puesto a pensar en la necesidad de cambiar la forma de enseñar a los niños; hay que trascender la idea del aula.
Y el pilón, esta acuarela de Francisco Díaz de León: uno de los lugares más significativos de mi infancia, La iglesia del Barrio del Niño Jesús.
Soy feliz!!!
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