Hoy se cumplen 5 años.
En 2004 seguramente estaba preparándome para ir al trabajo, estaba también por decidir dejar todo lo que hasta entonces tenía trazado como objetivos y rutinas para volver a casa y asumir la responsabilidad de cuidar de la grave enfermedad de mi padre. Recuerdo lo mucho que me costó tomar esa decisión... Sólo que fue tarde. Lo última vez que hablé con él fue gracias a una llamada telefónica que me hizo al trabajo. Me dijo que necesitaba conseguir que alguien me acompañara a su casa para llevarlo al médico porque no se sentía capaz de conducir; estaba muy mal. Sólo le aseguré que encontraría alguna solución y que a la noche siguiente lo vería. Durante las últimas semanas procuré decirle un -te quiero- cada que hablábamos, pero esta vez no lo hice, estaba muy enojada por su actitud, por las cosas que debía dejar, por lo que vendría, por sus chantajes y por mi egoísmo...
Esa noche del 15 de noviembre no dormí y pensé y decidí y cambié de actitud: sería una buena hija desde entonces. A la noche siguiente llegué a casa y nada tuvo sentido. Simplemente me quedé anonadada y mirando...
Muchas cosas han cambiado en este tiempo transcurrido, y hay muchas cosas que he comprendido y valorado de mi padre; y muchas tantas otras que desconozco de él, que para mí siempre fue recto, estricto, inescrutable, duro...
Y sigo extrañándolo...

Tenía tantas ganas de ir este día al Nevado de Toluca para hablar, decir cuánto ha pasado, sentirme abrazada por esa esencia tan fría y acogedora de ese mágico lugar... Pero no se pudo y entonces escribo y enciendo una veladora a la usanza de la familia, y recuerdo y en un rato seguiré con la remodelación de este espacio tan suyo.
Hace poco, en un sueño, me dijo que podía cambiar las cosas en casa, con la condición de que lo dejara en su dormitorio. Creo que he cumplido con ello: ahora sus libros, sus apuntes, sus cartas, sus medallas ocuparán ese espacio: será el estudio.
Mi solecito ya estrenó una habitación para él solito, yo me cambié a la que tiene una pequeña vista al jardín, y los muebles y las cosas andan por todos lados en espera de un nuevo sitio que ocupar. Los muros conocen los colores, luego de haber pasado toda su existencia pintados de blanco; los árboles secos han sido derribados (y vaya que lloré al ver caer el pino más alto)...
Y sí, ya sé que falta una conclusión, pero esa vendrá más tarde.