martes, 23 de junio de 2009

Con los pies en la tierra y el corazón en Caranday...

Me gusta, me gusta!

Es definitiva la sentencia.

Me gusta la voz, me gustan las imágenes, me gustan las palabras y lo que dicen esas palabras, me gustan los proyectos, me gusta la idea de los canelones, me gustan esos sonoros besos que aún no sé a que saben, pero seguro que me gustarán. Me gustan las ojeras, y más sin son compartidas. Me gusta ese tener sueño y no querer irse. Me gusta ese verde que te quiero verde...

Pero lo que más me gusta es que no sólo me gusta.

jueves, 18 de junio de 2009

Lo perdido

¿Dónde estará mi vida, la que pudo
haber sido y no fue, la venturosa
o la de triste horror, esa otra cosa
que pudo ser la espada o el escudo

y que no fue? ¿Dónde estará el perdido
antepasado persa o el noruego,
dónde el azar de no quedarme ciego,
dónde el ancla y el mar, dónde el olvido

de ser quien soy? ¿Dónde estará la pura
noche que al rudo labrador confía
el iletrado y laborioso día,

según lo quiere la literatura?
Pienso también en esa compañera
que me esperaba, y que tal vez me espera.

Soy

Soy el que sabe que no es menos vano
que el vano observador que en el espejo
de silencio y cristal sigue el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.

Soy, tácitos amigos, el que sabe
que no hay otra venganza que el olvido
ni otro perdón. Un dios ha concedido
al odio humano esta curiosa llave.

Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo y distinto,

del tiempo, que es de uno y es de todos.
Soy el que es nadie, el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.

Y así estoy desde que no tengo internet!!!


domingo, 14 de junio de 2009

Telegramas

Una esperanza cambió con su hermana los siguientes telegramas, de Ramos Mejía a Viedma:

OLVIDASTE SEPIA CANARIO. ESTUPIDA. INÉS.
ESTUPIDA VOS. TENGO REPUESTO. EMMA.

Tres telegramas de cronopios:

INESPERADAMENTE EQUIVOCADO DE TREN EN LUGAR 7.21 TOMÉ 8.24 ESTOY EN SITIO RARO. HOMBRES SINIESTROS CUENTAN ESTAMPILLAS. LUGAR ALTAMENTE LUGUBRE. NO CREO APRUEBEN TELEGRAMA. PROBABLEMENTE CAERÉ ENFERMO. TE DIJE QUE DEBIA TRAER BOLSA AGUA CALIENTE. MUY DEPRIMIDO SIÉNTOME ESCALON ESPERAR TREN VUELTA. ARTURO.

NO. CUATRO PESOS SESENTA O NADA. SI TE LAS DEJAN A MENOS, COMPRA DOS PARES, UNO LISO Y OTRO A RAYAS.

ENCONTRÉ TIA ESTHER LLORANDO, TORTUGA ENFERMA. RAIZ VENENOSA, PARECE, O QUESO MALAS CONDICIONES. TORTUGAS ANIMALES DELICADOS. ALGO TONTOS, NO DISTINGUEN. UNA LASTIMA.

De Historias de Cronopios y de Famas

jueves, 11 de junio de 2009

Cenicienta se va a las 11

Estoy acelerada, confundida, y divagando en exceso.
Y extrañando montones...
Y las noticias que nomás no llegan.

sábado, 6 de junio de 2009

Aventura de viernes

Es probable que alguna vez le haya sucedido el llegar a fin de semana con apenas unos cuantos e insuficientes pesos en la bolsa, así que seguro conocerá ese estado en que se encuentran las personas ante tal situación. Y es justo con esta sensación que comienza la historia de este viernes.

T pasó toda la mañana pensando qué podría hacer para conseguir un poco de dinero que alcanzara hasta el día de pago en el trabajo y recordó que aún no cobraba la beca, así que se dispuso a hacer a un lado los compromisos y correr a la oficina donde le darían el cheque en cuestión; llegó en el último momento antes del cierre de ventanillas y pudo conseguirlo. Luego fue al banco y al fin obtuvo el dinero que serviría para pagar la cuenta del teléfono y comprar comida para los días siguientes. T se sintió aliviada. Sin embargo, un impulso la llevó de inmediato con rumbo a la oficina de teléfonos. El día estaba plenamente soleado y había mucho por caminar.

Cuando llegó escuchó el rumor de que se había caído el sistema y que habría que esperar -no se sabe cuánto tiempo- para poder hacer los pagos. Una mirada al reloj y el desconcierto ante lo pronto que se había hecho tarde. Luego la resignación. Lo único que quedaba era dejar ese pago para otro día y encaminarse hasta el punto donde habría de ver a L.

Pero ocurrió que T con sus eternas prisas, se dispuso a guardar los billetes mientras caminaba presurosa hacia la salida de aquél lugar. Y justo en el momento en que éstos debían fijarse debajo del seguro en la cartera, un fuerte viento se llevó consigo uno de aquellos billetes (y de 200 tenía que ser), y lo depositó justo entre las bardas divisorias entre la oficina de teléfonos y la universidad. Aquél papelito se dejó caer lentamente sobre montones de basura que seguramente llegaron a ese sitio gracias a ventarrones como el que acababa de pasar. 

El problema era mayúsculo: la separación entre las bardas era de cuando mucho unos diez centímetros y la profundidad donde se depositaron basuras y billete de aproximadamente tres metros.

T se burló de su suerte, consideró dejar ahí el billete e irse pero pensó en la gran falta que le hacía y enseguida miró alrededor con dos objetivos: 1. buscar algún alambre que pudiera llegar hasta el billete y 2. detectar a la gente que estaba cerca del lugar y que podría aprovecharse de la situación, si es que ella se distraía en su búsqueda. Lo primero que decidió fue no alejarse de ahí, así que determinó valerse de una enredadera que por ahí pasaba y de un coqueto pasador azul que rara vez usa en el cabello. Elaborado el instrumento de rescate apostó a su certero pulso y emprendió la exploración ante algunas miradas curiosas.

Con suma cautela condujo el pasador entre las bardas de piedra volcánica hasta que tocó el billete, e intentó valerse de los dobleces que éste tenía para asegurarlo, pero luego de varios intentos sólo consiguió moverlo hacia una postura menos conveniente para un rescate. T se incorporó un instante para armar una nueva estrategia, y fue en eso que pasó A, personaje desconocido de unos sesenta y tantos años que regresaba de hacer su pago en la oficina y sólo dijo "¿y qué se le perdió?" 

-Un billete, señor-, contestó T acongojada, y mirándolo avanzar indiferente hacia la salida.

T retomó su tarea y al poco tiempo pasaron B y C hacia la oficina. Como T y B son compañeras de trabajo, T tuvo una mínima esperanza de que sería socorrida, pero luego de contarles que el sistema se había caído en la oficina por lo que no pudo pagar, de la prisa que tenía y del ventarrón que llevó el billete hasta aquél inaccesible rincón, B se quedó parada enfrente un instante y luego prefirió desearle suerte a T y marcharse de regreso junto con C.

Aquel pedazo de enredadera se trozó por la mitad durante uno de los tantos intentos por sujetar el billete y hubo que buscar otro segmento de semejante longitud para continuar con su búsqueda. Justo en eso pasó E, quien luego de investigar lo que pasaba, fue hacia la oficina y le pidió al guardia que viniera en ayuda de T. Mientras eso sucedía, F, quien había estado presente desde el principio, sentado sobre una de las bardas a unos cinco metros, pero ajeno al suceso, decidió acercarse y ofrecer ayuda, y sin más arrebató el instrumento de rescate a T, quien se puso un tanto más aprensiva, por aquella costumbre suya de siempre tener el control de las cosas. F, en definitiva no tenía tan buen pulso como T, pero asumió con seriedad esa actitud caballeresca de defender a toda doncella en apuros. En seguida E y el oficial (O), volvieron. E se despidió deseando suerte y comentando lo ridículo que es perder de modo tan absurdo un billete de 200 pesos justo en este tiempo en que el dinero no alcanza para nada. Y se fue. 

O volvió trotando a la oficina para conseguir algunos clips que ayudaran a sujetar el billete mucho mejor de lo que podría hacerlo el pasador. Volvió con toda celeridad y una estructura de clips a modo de arpón además de un rollo de cinta canela para sujetar su invento a la enredadera. 

Fue hasta entonces que T se puso en papel de espectadora y se sentó sobre la barda mientras observaba a F y O pegar cinta canela en su lindo pasador y pasando sus dedos por toda la superficie de la cinta, asunto que la tenía más que escéptica, pero al fin divertida con el suceso.
La seriedad de F se hizo más evidente y siguió intentando aprehender el billete. Muchas veces consiguió tocarlo con la cinta, pero nunca se pegó a ella.

T sentada sobre la barda miró que desde la oficina salía D junto con M. D es una persona clave para los actuales intereses académicos de T, así que no podía dejar pasar la oportunidad de hablar con él, aunque fuera en esta cómica situación. Así que tan pronto los vio acercarse los saludó y enseguida se dio el siguiente diálogo:

-Se me cayó un billete, ¿puedes creerlo?- dijo T.

-¿Y de cuánto es?- preguntó M.

-De 200- respondió tristemente T.

-Uy, 200, son 200- enfatizó M.

-Un cuate, una vez en una peda fue al baño porque se estaba cagando. Entonces se le cayó una moneda de a peso en la taza- Dijo D, ante la mirada expectante de todos, y continuó: -Entonces sacó su cartera, tomó un billete de cincuenta pesos y lo echó también y sacó las dos cosas de la taza-.

-Guácala- Fue la respuesta general.

D, tan elocuente como es su costumbre, optó por cambiar de tema, y comentó a T que la ha buscado para regalarle un libro de Rodrigo Moya, fotógrafo que gusta mucho a T, así que T aprovechó y sugirió intercambiar números telefónicos para que pudieran ponerse de acuerdo y verse en los próximos días. Y luego de hacer tal intercambio, D y M se despidieron y también desearon suerte con la empresa. T estaba muy contenta y decidió sacar ya ese billete de aquél pozo.

F continuaba aferrado lanzando una y otra vez la enredadera con el pasador y la cinta canela sin pegamento. T llamó a O y le arrebató el rollo de cinta canela, tomó un trozo largo y lo pegó al pasador como dios manda, es decir, sin tocar la cara con pegamento, y le dijo a F -ahora sí saldrá-, Y en efecto, al tercer intento, el billete se pegó a la cinta, y con ayuda de T, F pudo sacarlo de aquél reducido espacio. Ambos con actitud triunfante se miraron: T agradecida, F, orgulloso, y luego de dar las gracias y despedirse, T fue en busca de O para devolverle la cinta canela y aprovechó para pagar en la oficina con ese billete juguetón su cuenta telefónica. Acto seguido guardó el cambio y después salió. 


miércoles, 3 de junio de 2009

Día de noticias muy buenas y varias rarezas...


Es tarde y tengo muchísimo sueño, pero siento la necesidad de escribir acerca de lo vivido este día.

Desperté muy temprano, me bañé, preparé el desayuno; El hijito se despertó, tomó casi todo lo que le di, salimos y por primera vez en varios días llegamos temprano a su escuela. Luego el metro: lectura de unas cuantas páginas de un libro acerca del CGH, el paso obligado al cafecito para revisar si había algún correo electrónico (nada... tristemente, nada)... El frío de la mañana en el centro me sorprende, pero aún más me sorprende un señor con una imponente manguera que desde una "pipa" riega agua por el piso y gente poco observadora que pasa por ahí (casi me toca baño de agua tratada y fría); luego de aquella amenaza, el camino por la Alameda, los poli-charros tan ridículos y orgullosos sobre sus caballos como siempre, luego el banco (y al fin acabé de pagar el diplomado). Finalmente llego a clase. Ahí sí todo igual hasta que recibo una llamada que me hace pegar un brinco en la banca y salir corriendo del salón. Y la noticia es que me consiguieron una licencia con goce de sueldo para que ya no ponga como pretexto el que me falta tiempo para terminar con las tareas. Esa es la primer noticia muy buena del día. Y me voy antes que termine la clase y luego de saber que las clases se prolongarán un par de horas y también unos cuantos sábados.

Y ahora vamos en sentido contrario: metro, lectura, escuelita, hijo. Luego escuelita, autobús y al trabajo.. corre, corre.. que te alcanzan. Odio esa manía mía de correr tanto.

Me encuentro entonces con un ambiente enrarecido: la zona entre la facultad y la biblioteca está acordonada, paso por en medio y es hasta entonces que me doy cuenta de que algo raro pasó. El chisme que corre es que balearon a alguien y que murió en el puesto de dulces (¿cómo es posible que dentro de Ciudad Universitaria y a pleno mediodía y que los atacantes hayan huido con la parsimonia ((Qué recuerdos me trae esa palabra)) que los testigos describen?). El morbo me gana momentaneamente, pero prefiero seguir adelante. Minutos después, como si fuera algo clandestino, recibo el primer paquete del día: una revista y muchos carteles, esa es la segunda noticia muy buena del día, que en un lapso de siete horas se repite un par de veces más: la tercer noticia muy buena del día consistió en un paquete enorme de fotos y negativos (y huelga decir que también de una plática colmada de incomprensiones, preguntas, y decisiones en exceso volubles y mal tomadas, de la que seguro habrá que escribir en otro momento), y la cuarta noticia muy buena del día llegó en una gran caja de Pandora que no me he atrevido a abrir, y con la que soñé durante la noche. Ahora sí no tengo pretexto: hay tiempo y hay material de sobra, así que es hora de trabajar duro, y eso hice para festejar que fue mi último día como bibliotecaria durante unas cuantas semanas.

Se acabó la jornada y venimos a casa. El hijo duerme desde que lo recogí en la escuela, yo ceno, espero que Sur conteste a mis llamados (pero nada... y sigo sintiendo que algo raro pasa, y duele decirlo, pero prefiero más que sea una novia a que la esté pasando mal... de cualquier forma quisiera saberlo, que confiara en mi), hablo con la compañerita de desvelos que anda sacada de onda por su futuro y también hablo con el viejo nuevo amigo que dice cosas que me tienen muy divertida y asustada. Y dan las 4 am.. Y nada del sur... y la cama llama... y lo extraño... y me voy...

¿Qué pasará?